"Bajo la luna de la Paternal, un pibe se va a dormir. Soñará con Sandokan o con Poncho
Negro mientras el libro se desliza hacia la alfombra y allí, al pie de la cama, también
soñará que este pibe lo lee.
Años después y bajo la misma luna, ya no es un pibe y recuerda. Teodoro recuerda y
escribe. Y escribe bien.
Pero la memoria no es un ejercicio narcisista ni la almohada del ensueño cómodo y
seguro, sino la trinchera desde donde el pibe Boot, los pibes Boot, dan la pelea.
¿Es esa patria, la niñez, una disneylandia idealizada por los tremendos golpes y la paliza
que nos dio el crecer en la Patria tomada por asalto? No.
Boot sabe que en los patios se cocinan otros pucheros. Entonces la resistencia de los
caños y el bufoso enterrado entre los malvones (minga de resistencia cultural). Y el tío
calavera de bigote anchoita que se va con los muchachos a escuchar como duelen las
piñas de Prada o de Lausse, mientras el moscato y la fainá son el rancho de campaña de
la guerra no declarada ¿o sí? y entonces Teodoro pone en el centro de esa pieza de
barrio, en ese paisaje cotidiano, a sus héroes.
Los anónimos muchachos de entonces. Los que se recuerdan porque no habrá olvido,
porque no. Porque ya salió el maltrecho y cachuzo barco pirata para ir a rescatarlos a la
isla del olvido.”
Leonardo Killian
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