Historia del mayor atentado terrorista de la historia argentina, perpetuado por miembros de las propias fuerzas armadas para derrocar a Perón.
La masacre del 16 de junio de 1955, fruto del bombardeo en la zona de la Plaza de Mayo en que miembros de las propias fuerzas armadas del país descargaron su furor homicida sobre la desprevenida población civil, no tiene antecedentes en la historia de Latinoamérica.
Por más de medio siglo, no hubo un informe oficial sobre la dimensión del crimen y la cantidad de víctimas de la tragedia. Durante los tres meses que mediaron entre la masacre y el derrocamiento militar del gobierno popular el 16 de septiembre de aquel año, el general Perón omitió hacer pública la gravedad de lo ocurrido, en el vano intento de iniciar un proceso de pacificación nacional. A partir de allí, el golpe militar victorioso y sus cómplices civiles glorificaron a los autores de la masacre. El ocultamiento de los sucesos por la historia oficial se correspondió con los nuevos actos criminales que se sucedieron, comenzando el 9 de junio de 1956 con el fusilamiento del general Juan José Valle y sus hombres, y de miembros de la Resistencia Peronista. Los sucesivos golpes de Estado y las represiones consiguientes ahondaron el silencio.
El bombardeo del 16 de junio de 1955 es la matriz brutal de todas las expresiones posteriores del terrorismo de Estado en la Argentina. Incluso, los jóvenes homicidas de aquel junio sangriento fueron jefes en los golpes de Estado que asolaron el pais posteriormente, incluyendo el más feroz de todos, el del 24 de marzo de 1976.
Tras el homenaje que Néstor Kirchner hizo a las víctimas del bombardeo, el 16 de junio de 2005 en el 50° aniversario de los hechos, el Archivo Nacional de la Memoria encaró, a través de su Unidad Especial de Investigación sobre Terrorismo de Estado, la recolección de datos, la búsqueda de las actuaciones militares y de los expedientes judiciales y policiales. Se revisaron los libros de cementerios y establecimientos hospitalarios. Los integrantes del equipo de investigación entrevistaron a sobrevivientes y familiares directos de las víctimas; cambiaron pareceres con los autores de otros ensayos existentes sobre el tema; avanzaron con investigaciones colaterales y analizaron los relatos del imaginario colectivo para confrontar con la realidad de los hechos.
El resultado fue este primer informe público emanado de un órgano del Estado Nacional, publicado originalmente en 2010, que ponemos ahora nuevamente a disposición de los lectores, a setenta años del mayor atentado de la historia de nuestro país. Narrado en forma sencilla y accesible, pero con alto rigor investigativo, sin censuras y omisiones deliberadas, contiene todos los datos que han podido lograrse pese al paso del tiempo, incluyendo la identidad de las más de trescientas víctimas mortales. El horror, no es necesario subrayarlo, surge por sí solo.

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