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  • Editorial: Acercándonos
  • Temática: Política
  • ISBN: 978-987-1750-27-6

Tosco - Rucci

El debate

Agustín Tosco

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Retiro personal

Sinopsis:
Era el martes 13 de 1973. Los productores del programa televisivo “Las Dos Campanas” esperaban una gran noche: allí debatirían nada menos que Agustín Tosco e Ignacio Rucci. Los dos líderes sindicales eran sobradamente conocidos por los argentinos. 
Agustín Tosco había nacido en Coronel Moldes, al sur de la capital cordobesa y desde los diecisiete años, en 1947, adhiere con fuerza al peronismo. Por entonces, piensa en los beneficios sociales y que ello forjará un nuevo destino de los trabajadores. Con esa filiación, ingresa a trabajar en la EPEC (compañía provincial de energía) y enseguida se convierte en delegado de base. Se destaca en las asambleas y desde el gremio - Luz y Fuerza- deciden enviarlo a Buenos Aires como representante cordobés en la CGT. Allí cumple distintos roles y sufre su primera prisión durante la “Revolución Libertadora” de 1955. Regresa a Córdoba en 1959 y reniega del gobierno de Frondizi, cuando éste comienza su represión contra el movimiento obrero. En 1969, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía es uno de los organizadores del Cordobazo: la rebelión obrero-estudiantil más importante de América Latina. Ya había sido creada la CGT cordobesa, dónde militan buena parte de los dirigentes de la izquierda peronista, como Atilio López, su secretario general y amigo de Agustín.

Luego del Cordobazo, Agustín Tosco cumple condenas en diferentes cárceles de la dictadura entre 1969 y 1972. Respetado por sus compañeros, y en una acción inédita en la historia de nuestro sindicalismo, gana nuevamente -desde la prisión y con el gremio intervenido- las elecciones del sindicato lucifuercista cordobés.

Si bien Agustín había adherido al movimiento peronista en sus comienzos, comienza a entender cuestiones que no lo conforman. Justamente, en febrero de 1973, en una entrevista dada a la revista Siete Días, Agustín Tosco explica su adhesión temprana al peronismo:
La simpatía y el apoyo que nosotros dábamos al peronismo, estaban motivados por las reivindicaciones que, dentro del propio sistema, levantaba el peronismo. Por ejemplo, el Estatuto del Peón, el derecho a discutir convenciones de trabajo, una serie de beneficios que obtuvimos los trabajadores y hasta la redistribución de la renta nacional (fundamentalmente en la primera presidencia) fueron reivindicaciones importantes. Luego, en 1954 y en 1955, adoptamos una actitud crítica hacia el peronismo. Lo decimos abiertamente, es conocido, actuamos con honestidad.

A Tosco, adulto y marxista no le simpatiza Perón, y el general desde el exilio se ríe del cordobés: el hombre de la triste figura, le dice. Sin embargo, Agustín no reniega de sus compañeros peronistas, tampoco desconoce la etapa histórica a favor de los trabajadores. El líder sindical, incapaz de promover alianza alguna con los opresores de nuestro país, dice: Esto de querer dividir al movimiento obrero, al país, en peronismo y antiperonismo, es patrimonio de la más cruda reacción.

Ahora ¿quién era José Ignacio Rucci? Durante 1924 había nacido en Reconquista, Santa Fe; pero, la mayor parte de su vida transcurrió en San Nicolás. El “Lobo” Augusto Timoteo Vandor secretario general de la UOM (asesinado en 1969), resultó su mentor para la ascendente carrera sindical. Recordemos que el “Lobo” fue quien propiciaba “un peronismo sin Perón”, tal vez convencido de que el viejo líder no volvería de su exilio. Además, Vandor fue uno de los interlocutores de la dictadura de Onganía y su slogan resultaba muy conocido por la época: “golpear para después negociar”. Grande era su influencia en la central obrera debido a la importancia de su sindicato.

Luego, de la muerte del “Lobo”, la CGT estaba dividida. En julio de 1970 se realizó el Congreso de Unidad, que llevaba el nombre de Vandor. El nuevo líder de la UOM, Lorenzo Miguel, consiguió armar una lista que, en negociaciones de pasillo, se votó casi sin disidencias. Para evitar luchas por el poder, necesitaban a un desconocido y de poca gravitación. Así surgió Rucci, dirigente de segunda línea (era secretario general de la UOM de San Nicolás) y fiel a Lorenzo Miguel. Está claro que ni siquiera Miguel debió pensar que tres años después, Rucci se convertiría en protagonista de aquello que anhelaba la mayoría del movimiento obrero argentino: la vuelta de Juan Domingo Perón, luego de dieciocho años de exilio.

El domingo 23 de septiembre de 1973, gana ampliamente la fórmula “Perón-Perón”. El martes 25, Rucci es asesinado. En su momento, los Montoneros dejan entrever que ellos habían sido los autores, los demás grupos guerrilleros niegan su participación. Nadie, formalmente, se atribuyó la responsabilidad de la muerte.

Entonces, Agustín Tosco, publica su repudio desde las páginas del Electrum, el semanario de los lucifuercistas cordobeses, creado por Tosco en 1953. Allí escribe un largo artículo sobre la violencia cotidiana; es notorio su pensamiento -que no ha cambiado- acerca de los “atentados personales” y así expresa el repudio por la muerte de Rucci:
Nuestro gremio denunció permanentemente a la burocracia sindical cuyo principal exponente era José I. Rucci. Más ello no lo llevó ni o llevará nunca a la acción de los atentados personales para desembarazar al sindicalismo argentino de tránsfugas y traidores. Sólo la lucha sindical de bases se considera camino apto para la autodeterminación de los trabajadores. Por eso se condenó abiertamente el asesinato del Secretario General de la CGT Nacional.

Agustín Tosco murió en la clandestinidad el 5 de noviembre de 1975. Había estado perseguido por los grupos paramilitares de la Alianza Anticomunista Argentina, células promovidas desde el gobierno que lideraba Isabel Perón.

Podemos leer que en el programa Las Dos Campanas, Agustín Tosco aseguraba que: “Nosotros creemos que hay sugestivos motivos por los cuales se quiere dividir al país en peronistas y antiperonistas. Con el mismo derecho nosotros señalamos que la división que debe hacerse no es así, sino entre quienes están consecuentemente con la lucha del pueblo y quienes están con la entrega. Luego asevera: “Yo no soy antiperonista, siento un gran afecto por muchos compañeros peronistas, convivo con ellos y lucho con ellos. Y a su vez, en perspectiva pretendo esa unidad combativa con los compañeros peronistas con las fuerzas de izquierda y revolucionarias.”

Más adelante hace hincapié en su condición de marxista, pero entiende que “el socialismo en la Argentina tiene una raíz heterogénea. Hay compañeros que levantan en el peronismo al socialismo”. Y cuando el periodista pregunta a Agustín si encuentra en el peronismo coincidencia con su ideología, contesta: “Pero, evidentemente. El peronismo combativo, nuestros hermanos peronistas con los que estamos todos los días, lo que constituye lo fundamental del movimiento peronista, que es la clase obrera, no sólo nos sentimos identificados sino hermanados como clase obrera para la lucha común y esperamos esa gran unidad con ellos a la que ya me he referido.” Finalmente, respecto de Eva Perón dice: Participamos en el reconocimiento de su actitud revolucionaria y entre muchas mujeres en la historia de nuestro país han luchado por los derechos del pueblo, Evita, creemos, es la que tiene el lugar más destacado en la historia.

Por su parte, Rucci enarbola argumentos administrativos. Habla acerca de la obligación de apegarse a los estatutos (de la CGT), y manifiesta su desacuerdo con la consulta a las bases. Además, elude las preguntas respecto del rol que los dirigentes participacionistas habían jugado en la dictadura. Se disculpa, alude a que en esa época él no era el secretario general de la CGT También habla sobre los “infiltrados” en el movimiento obrero y sin embargo, asegura que “el peronismo no es sectario”.

El lector verá en estas páginas dos formas de conducción opuestas: el respeto a los cuerpos orgánicos y su verticalidad, que plantea Rucci y la democracia de las bases y su permanente consulta, que promulga Tosco. Bienvenida la idea de traer ese debate a nuestros días.

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